A la educación le pedimos una doble tarea de naturaleza paradójica: transmitir unos valores y una cultura y, al mismo tiempo, transformar esa misma sociedad que la acoge e impulsa. Le pedimos que ayude a crear una nueva realidad, y que conserve la que ya tenemos. Que sea un lugar de transformación, pero también de transmisión. Que sea simultáneamente transgresora y conservadora. Que eduque en la incertidumbre, pero que lo haga trasladando certezas.
En educación siempre ha sido necesario innovar y siempre se ha innovado. La educación se ha movido constantemente en la tensión entre el cambio y la estabilidad. Entre lo viejo y lo nuevo, entre la realidad de la historia y la necesidad de futuro. En un intenso diálogo entre pasado, presente y futuro. La innovación ha sido, es y seguirá siendo una tarea (pendiente) para la educación. La innovación es consustancial a la educación.
Sobre los retos que la educación tiene por delante; sobre la innovación o las innovaciones pendientes que enfrenta hoy la educación; sobre el impacto de la transformación digital; sobre la necesidad de establecer un debate profundo sobre los fines de la educación; sobre la necesidad de repensar no sólo qué debemos aprender sino también cómo lo hacemos; y, sobre la necesidad de repensar y de incorporar nuevas formas de evaluar lo que valoramos conversaremos, el próximo lunes 4 de diciembre, con Cristóbal Cobo, quien en su último libro, La innovación pendiente (Debate, 2016), hace un llamamiento para calmar la educación, para cambiar los tiempos de la educación y para redefinir y ensanchar, incorporando temas y actores, el debate educativo:
“La prisa es tan solo una buena forma de asegurar nuestros errores futuros. Nuestro desafío está en comprender que nuestra época demanda una reflexión detenida, pensar de manera profunda, aunque ello no siempre se traduzca en decisiones rápidas y apresuradas. Por supuesto, la densidad de nuestra reflexión no debe traducirse en indecisión ni en un inmovilismo que vaya en desmedro de las nuevas generaciones”, Cristóbal Cobo.
Carlos Magro